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Crónicas de la Nada

El celular perdido

El celular perdido

Se perdió mi teléfono celular.

Estaba viejo, maltratado y cuando se caía, se desarmaba totalmente. Pero era mi celular.

En realidad no era un aparato muy valioso, pues no traía ninguno de esos valores agregados que tanto los encarecen.

Cuando todos los demás sacaban sus teléfonos celulares para mostrar videos, fotografías y horas y hora de música, yo lo dejaba guardado.

El mío, les decía casi como disculpa, no trae nada. Sólo saldo.

Alguna vez vi un teléfono igual al mío en una tienda de conveniencia, junto a los chicles para el mal aliento, los condones para la amiga de ocasión.Tan barato como esas cosas.

Pero pese a todo eso, me había encariñado con él. Supongo que anda por ahí, hecho pedacitos, aplastado por las ruedas inmisericordes de algún auto tan arrogante que no se detiene a ver qué es lo que atropella.

Pobre de mi celular.Pese a su humildad, algo tenía de especial. En su memoria estaban almacenados un montón de números telefónicos de mis amigos.

Lo confieso, poco les hablo, pero en la amistad, siempre hay que mantener el vínculo.

El número telefónico lo es.

En este deceso comunicacional, la tecnología vino en mi auxilio. Bastó un llamado a mis amigos, por medio del internet, para recibir una lluvia de mensajes, unos de condolencia, otros de ofrecimiento para compartir conmigo sus agendas, y todos con el número de sus teléfonos. Hasta algunos que no tenía, ahora los tengo, porque los enviaron.

No valía mucho mi teléfono, pero su pérdida tuvo un gran valor.

Me trajo a muchos amigos. 

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