Los consejos de Eva
Eva Pérez tuvo hijos e hijas, pero un día se hizo vieja, y tuvo nietos y nietas.
El mundo cambió pero no la cambió a ella. Las costumbres evolucionaron y desaparecieron, sin que ella alcanzara a entenderlas.
Cuando apenas veía y sus piernas nada conservaban de la agilidad y la dulzura que tanto seducieron a Adán, las nietas acudían con ella para reir con sus ocurrencias.
Ella les contaba lo que había aprendido, lo que había vivido y luego siempre sacaba una frase chistosa. Ella las inventaba, en su simpleza.
Porque Eva Pérez fue una mujer simple, dedicada a su marido, a su familia, y su mundo fue pequeño. No necesitaba más.Ni siquiera tuvo oportunidad de elegir marido. Eran sólo ellos, y como pudieron congeniaron.
Por eso cuando veía a las nietas y a las bisnietas, y a las tataranietas, y a las choznas que andaban riendo a escondidas por todo, sabía que Cupido andaba haciéndoles cosquillas en las mejillas y metiendo mariposas en el estómago.
Discutían las niñas y sonreía la abuela.
- Verdad, abuelita Eva, que uno debe mirar bien al hombre con el que se va a casar.
.- - Sí, hijita, cuando lo buscas, abre bien los ojos.
Suspiró Eva, y terminó su frase.
- Pero cuando lo enceuntres, ciérralos poquito.
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