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Crónicas de la Nada

El reloj de bolsillo

El reloj de bolsillo

El tiempo podrá ser infinitivo, pero a veces se detiene.

O simplemente, se descompone.

El reloj que vaga por mi bolsillo es la prueba. De pronto, se queda marcando la misma hora durante unos minutos, y la noche deja de avanzar en la carátula.

A mi reloj no le importa el ritmo de los otros relojes ni el qué dirán. Le basta saber que su credibilidad queda incólume ante su dueño. Los demás no le dan de comer, ni le dan cuerda, piensa.

Como insiste en su personalidad propia, insiste en tener su propia hora.

Los relojes de pulso siempre son puntuales. Mi reloj de bolsillo no. Eso permite alargar el momento de la bohemia, de la plática sabrosona, del encuentro agradable.

Si se trata de ser puntual, entonces dejo que mi reloj duerma en mi bolsillo, y busco otro. Así no pierdo la formalidad de la vida.

El reloj de bolsilla nada dice. Sabe que en eso se basa su supervivencia.

Por eso a veces también juega a ser puntual.

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