Culpas
El camión tuvo la culpa, me dio un cerrón.
Así lo dijo el muchacho, cuando recuperó el conocimiento.
Había chocado contra un poste, a 160 kilómetros por hora. Destrozó el auto que le habían regalado, y causó la muerte de su amigo.
Apenas 16 años y cargar toda la vida con el estigma.
Pero su juventud encontró la solución. El culpable fue el chofer del camión que entró al carril y provocó que él, por evitarlo, perdiera el control.
Sus padres optaron por aceptar el veredicto y la justificación. Nadie recordó que el jovencito conducía a 160 kilómetros por hora, ni que eso implica recorrer más de 40 metros por segundo. 200 metros en apenas cinco segundos.
Ni tiempo para reaccionar, y menos alguien con tan poca experiencia al volante.
A una velocidad moderada, ese cerrón que argumentó no hubiera sido tal. Perfectamente lo hubiera evadido, o alcanzado a frenar.
Pero no hay culpables. O todos tienen un poco de culpa. El padre que le da un auto sin pensar si tiene la madurez para evitar que se convierta en un arma mortal. O el mismo jovencito que conduce temerariamente. O la autoridad que permite que se violen los límites de velocidad impunemente a cambio de una dádiva.
No importa quién y en que porcentaje se tiene la culpa. Se perdió una vida.
Sólo queda reflexionar. Y evitar se repita
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