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Crónicas de la Nada

El rebozo

El rebozo

Camina entre los autos, con paso indeciso.

Tiene una edad indefinida, y no hay manera de ver si sus ojos están circundados de pequeñas arrugas, o si aún conserva el brillo en sus pupilas.

Es pobre, ni duda cabe. Se nota en su vestimenta. Un vestido claro, de tela barata, y un rebozo negro, que le cubre la cabeza y el rostro, pese al calor de 40 grados.

Imagino que lo lleva por vergüenza, a pesar de que por debajo de él debe estar cocinándose lentamente.

Debe ser difícil llegar a la ciudad y ver que no encajas. Ni su vestimenta, ni su educación, ni su cultura, ni sus ilusiones.

Campo estéril para sus sueños, que se perdieron, atropellados por uno de los tantos autos entre los que deambula con la mano extendida y la mirada oculta, para no ver quien le humilla con el regalo de una moneda.

Tiempos hubo en que ser pobre no era vergonzoso. Lo era vivir sin trabajar, acostumbrarse a estirar la mano para pedir todo regalado.

Pero los tiempos cambian, las necesidades también, y ella llegó con el deseo de progresar en una ciudad que es para ellos el sueño citadino.

No lo logró y  tiene que mendigar.

Una moneda y un poco de comprensión.

 

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