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Crónicas de la Nada

El Loco

El Loco

Ser un loco debe ser interesante.

Digo un loco de verdad, de esos que había en los barrios hace tiempo y que deambulaban por todos lados, sin hacerle daño a nadie, ni causar destrozos.

Eran libres, los muchachos nos reíamos con ellos y de ellos, y nos dieron mil anécdotas para contar ahora que de pronto nos topamos con alguien que compartió sus mocedades con nosotros.

En el San Pedro de hace unas décadas, había muchos de ellos. El más famoso era Rico, quien siempre andaba por todos lados con sus botas viejas, llenas de polvo, y su gorra de beisbolista.

Dormía en un molino de nixtamal. Ahí lo dejaban quedarse. Luego supimos que en realidad esa propiedad era de él. Esa y toda una manzana, que hoy vale muchos millones de pesos, y que alguien le quitó, aprovechando que sus padres habían muerto y a él nada le importaba eso.

Ni lo necesitaba.

Rico era feliz. Le encantaba pararse a mitad de las calles para dirigir el tráfico. Pasaban pocos autos en ese entonces, pero todos le hacían caso.

Nunca hizo daño a nadie. Hasta el día en que consiguió una novia, tan orate como él.

Pasaban juntos todos los días, comían lo que la gente les daba, y se la pasaban sentados por las tardes en la plaza. A veces se veían por el río, sin nada que hacer.

No había lujuria en esa relación. Sólo compañerismo, compañía mutua. Eran el uno para el otro.

Pero un día, su costumbre depara los autos lo perdió.

Cuando un hombre se enamora, comete mil locuras. Si eso hacemos en nuestro sano juicio, imagínense un loco.

Rico quiso impresionar a su novia, y se paró en medio de la vía del tren, con su silbato en la mano. A un lado, su dulcinea.

Extendió la mano al frente, sopló el silbato con todas sus fuerzas, pero ni así se paró la enorme máquina.

Los arrolló y Rico salió con una pierna fracturada. Su novia no tuvo la misma suerte. Se la llevo el tren, literalmente.

Pero Rico, loco al fin, ni cuenta se dio. La extrañó unos días, y luego volvió a su rutina, parando autos en todos lados.

Por ahí anda todavía. Con la conciencia tranquila, gracias a su locura.

 

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