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Crónicas de la Nada

La Vida

La Vida

Antes de verse al espejo, miró el reloj. Las siete y 30 de la mañana. Qué rápido se fue la hora desde que se levantó.

Tomó las cosas con calma y notó algo desconocido en el rostro tan conocido.Tenía arrugas en las comisuras de los ojos. Las temidas "patas de gallo".

Miró con atención al tipo ese que lo miraba con la misma atención desde el espejo, y notó que la abundante cabellera era algo escasa. Y casi blanca.

Unas pequeñas bolsas colgaban bajo los ojos, y unos vellos nada bellos adornaban sus orejas. Miro el reloj. Eran las 7:35 de la mañana. Echó un vistazo al calendario. Habían pasado quizá veinte años desde la última vez que vio con atención su rostro en el espejo. Cómo pasa el tiempo, pensó. Si parece que era ayer cuando todavía era joven. 

Escuchó que lo llamaban. Era su hijo que ya tenía listo el coche. ¿A qué hora aprendió a manejar? Bajó y plantó un beso en la mejilla de su esposa. La notó suave, pero no lozana. La miró disimuladamente y percibió que el tiempo no perdona. Su rostro estaba surcado por algunas arrugas, y su cuerpo, aunque esbelto, ya no ganaría nunca un concurso de belleza. 

Su hijo se le plantó enfrente, y tuvo que levantar la vista. ¿A qué hora creció tanto? No pudo cargarlo como antes. El intento le trituró la rodilla. Les arrojó un beso con la mano y salió. Volvería -igual que todos los días- 14 horas después.

Cuánto se vive en 14 horas. Cuánto se pierde en ese mismo lapso. ¿A dónde se fue la hora desde que se levantó?, pensó. 

Y corrigió con nostalgia: ¿A dónde se fue la vida? 

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