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Crónicas de la Nada

El Viejo y el Joven

El Viejo y el Joven

"El Mundo es de los fuertes, los cobardes no tienen lugar".

Mientras lo decía, el Viejo dejó correr las lágrimas que por enésima vez le reclamaba la vida.

El cuarto del hospital, apenas  unos minutos antes tan claro, lleno de esperanza, ahora se antojaba sombrío. La buena noticia de su salida, tras tres semanas enclaustrado, se ensombrecía por la noticia de que al llegar a casa no estarían esperándolo todos sus nietos.

Aquel que llevaba su nombre ya no estaba. El mismo día que él partió rumbo al hospital, el hijo de su hijo partía a la Morada Eterna. Mientras a él lo revivían en una sala de urgencia, en otro nosocomio, un médico dictaminaba la muerte oficial del muchacho.

Ironías de la vida: Ambos llegaron con el corazón disminuido, pero el Viejo, el hombre de mil batallas, había ganado una más. En cambio, el Joven, el fuerte, el que iniciaba su vida, la había perdido.

En el Viejo el corazón disminuido fue la causa de su mal, en el joven, el efecto irreversible que  luego se extendió por todo su cuerpo, días antes tan vibrante. Un bacteria se lo acabó, sin dejar ni  siquiera el consuelo de algún órgano sano que pudiera dejarlo vivir un poquito en otro cuerpo.

Ahora, el Viejo lloraba a su nieto. La Muerte, vieja conocida, llegaba de nuevo. La había visto durante días, acechante a la puerta de su cuarto, lista para tomarle la mano y guiarlo a una nueva Morada. Con 85 años, poco hay que hacer, y muchos aceptan resignado la mano que se tiende y parte. Pero él no. Decidió luchar una vez más.

La vio durante días, en un hospital primero, y luego en el otro, al que lo  trasladaron. Era un hombre joven, sin rostro, al que lo acompañaba un muchacho, que tampoco pudo reconocer. Los vio muchas veces, y sabía perfectamente que no eran ninguno de los muchos visitantes vivos que llegaron.

Se preparó para morir, pero no se resignó, y entre su enjundia y la ciencia, se logró el milagro. Dios le permitió otra oportunidad. Nunca imaginó el precio.

La Vida es cruel, inmisericorde. Cuando da, alguien debe pagar. Al Viejo le dio más días o años, y se los cobró al Joven. Éste no tuvo oportunidad. Aunque luchó con toda la  fuerza de sus veinte años y al amor a su esposa e hijo, no pudo vencer. "Nunca había visto a nadie luchar tanto por quedarse", me dijo un paramédico que presenció durante 45 minutos como el muchacho ponía todo su esfuerzo para aferrarse a la vida tras caer en paro cardíaco. "Diez minutos son suficientes para dejarlo, el no se dejó".

Fue una primera batalla que ganó. Pero la Muerte se empecinó en llevárselo y la guerra siguió. Lo sitió, lo atacó sin descanso, lo fue minando en sus fuerzas. Doce veces se lo llevó, y doce veces el muchacho se zafó de sus  garras y volvió a vivir.

Cada vez dejaba jirones de vida, de resistencia, hasta que finalmente, la Muerte venció. En su insistencia por cumplir su  capricho se olvidó del Viejo, quien con sus pocas fuerzas, y su muchas mañas, fue saliendo, venciendo y sobreviviendo, sin saber que otro pagaba por él.

Al conocer la noticia, el Viejo supo que aquellos extraños visitantes era la Muerte y su Nieto, que esperaba dócil a ver el fin de esa otra lucha que, bajo otras  circunstancias, él debía tener en un futuro muy lejano. Tan lejano que ya no existiría.

La Vida es cruel, no perdona. Pero reconoce al valiente. El Viejo también. Por eso su frase llevaba doble significado. El Mundo es de los fuertes. Quienes nos quedamos, debemos ser fuertes ante la tragedia, porque aún tenemos mucho mundo por conquistar.

Quienes se  van, como el Joven, si han sido fuertes, encontrarán nuevos mundos por conquistar. El hijo de su hijo, padre de su bisnieto, fue fuerte hasta el último momento, y en su nueva Vida tendrá muchos mundos por descubrir. Y los va a conquistar.

Es un futuro de fe, que no veremos seguramente. Por eso, ahora, en el recuerdo de esos momentos, el Viejo brindó a su nieto el homenaje de sus lágrimas. A su Hijo, la sabiduría de sus años. Y a su bisnieto, el amor incondicional que se transmite en la sangre, y que permitirá soldar el eslabón que ahora falta en la cadena generacional.

1 comentario

Emily -

La Fe nos da la cordura para entender los designios de Dios y el valor para enfrentar y seguir en esta vida sin la presencia física de nuestros seres queridos que se adelantaron en el camino hacia una Mejor Vida; con la esperanza de reunirnos con ellos cuando nos toque hacer ese viaje.