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Crónicas de la Nada

Sangre Azul

Sangre Azul

     Sabe que Tiffany se escribe con doble F y con Y.

     Para él, Nueva York tiene la misma accesibilidad que para los demás tiene la cocina de sus respectivas casas.

     Conoce a todos los que salen en las revistas de la alta sociedad, y su comida la prepara la muchacha, no su mamá.

     Los altos empresarios son sus tíos o amigos de sus papás y los puede ver cualquier  sábado de convivencia.

     En síntesis, dicen los demás, es de sangre azul.

Caprichos de la vida, o personales –vayan ustedes a saber- optó por trabajar como Juan Pueblo. En una profesión que no hace rico a nadie.

     Ni siquiera es artista, aunque ande en la farándula.

     Como el hijo del cartero, o el del soldador, sale cada día a cumplir su trabajo. Pero enseguida se nota que su ropa vale mucho más de lo que gana en una semana, y que su reloj vale varios meses de trabajo de sus compañeros.

     Causa sensación, y las gallinas se alborotan a su alrededor, como dice alguien.

     Sencillo, sólo sonríe y deja pasar.

     Una cosa es que se junte con el proletariado y otra cosa es que acepte revolver su sangre azul con la prosaica y colorada substancia que corre por las venas de los demás, dicen sus detractores.

     Tal vez sí, tal vez no.

     Lo cierto es que ya revuelto en el gallinero, todos tienen que comer, y si algunos evitan el maiz simple, y prefieren el selecto, al final, su cuerpo produce el mismo maloliente producto.

 

Enero 26 de 2010

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