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Crónicas de la Nada

Una luz insignificante

Una luz insignificante

Estamos tan ocupados viendo la oscuridad que poco reparamos en las estrellas.

Vemos el futuro tenebroso, el panorama oscuro,  y se nos olvida que aún en la noche más negra, hay miles, millones de estrellas titilando en lo alto, esperando que las veamos.

Hay estrellas luminosas, que saltan a la vista. Otras, modestas, se conforman con ser parte de la escenografía celestial nocturna. Ahí están, con su lucecita, contribuyendo a llenar de esperanza a quienes la ven.

Pero nuestro aura es pesimista. Preferimos ver la crisis, la pobreza, la delincuencia, la inseguridad, el fin del mundo que se acerca. Hay mucho de que preocuparse, cierto.

No vemos que también hay esperanza y que podemos influir en ella. Los niños que llegan vienen inocentes, sin mácula en sus pensamientos.

Somos nosotros, los adultos, lo que vamos mancillando esa pureza de alma y pensamiento, con nuestros ejemplos. El niño hace lo que ve, lo imita.

Por eso cuando crecen fuman, beben con exceso, defraudan a quien se deja, abusan de los débiles, y emprenden un camino que los lleva al mal.

No duran mucho, decimos, por suerte.

Lo que no decimos es que todos somos parte de la humanidad, y cada hombre o mujer que se pierde, es culpa de todos nosotros.

Seguiremos perdiéndolos, si insistimos en ver la oscuridad, no la luz, por pequeña que sea, titilando desesperadamente por llamar nuestra atención.

Enero 4 de 2010

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