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Crónicas de la Nada

Distancia

Distancia

Hace veinte años, por estas fechas, tomó el avión que lo llevó a otra vida.

No volvió, porque el nuevo mundo que encontró lo envolvió. Buscaba aventuras, emoción, oportunidades. No sé si olvidar algo.

A su edad, todo se olvida fácilmente, menos lo que se lleva grabado desde niño. Para él, la mejor opción era tomar el avión e irse. La voz que lo pudo detener no lo hizo. No podía coartar su libertad de buscar otro mundo, lejos de todos.

Lo vimos partir, como a tantos, pero con la seguridad de que al menos, no se iba a quedar en la frontera intentando infructuosamente cruzar un río traicionero.

Lo vimos partir con la esperanza de que todo fuera una emoción de adolescente y que un mes después estaría nuevamente contando aventuras en el lado gringo.

No fue así. En 20 años, que según Gardel no son nada, pasaron muchas cosas. Encontró una familia que sustituyó la que dejó aquí. Encontró amigos que luego se volvieron sus hermanos en el exilio.

Halló una mujer por quien vivir, que le cumplió cabalmente hasta el último momento la promesa de estar con él hasta que la muerte los separara.

Formó su propia familia, con raíces generacionales en esa tierra prometida.  Y luchó, sigue luchando, por ellos, por sobrevivir, por darles lo que creyó no podría darles en su tierra.

Seguro se ha arrepentido alguna vez. Todos lo hacen. Pero una vez montado en la carreta del destino, no es de hombres fuertes bajarse a la primera sacudida.

Veinte años, que sí son muchos. Son la vida de muchos que entonces ni siquiera imaginábamos iban a estar. Fue la muerte de muchos otros que pensamos siempre estarían con nosotros. Son un rosario de fracasos, de triunfos, de desilusiones de levantarse con las rodillas raspadas y el orgullo maltrecho.

Todos sufrimos. Él quizá sufrió más que los otros.

Pero ni él, ni nosotros nos quejamos, y enfrentamos lo que venga y lo que vendrá. Siempre juntos, aunque la distancia y el tiempo no nos dejen vernos.

Noviembre 26 de 2009

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