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Crónicas de la Nada

Hambre y dinero

Hambre y dinero

El hambre

Raúl está delgado, demasiado delgado.

Su sonrisa es amplia, pero se nota que hay hambre. Se le nota en la quijada pronunciada, en los pómulos dibujados sobre el rostro demacrado.

Su color moreno logra ocultarlo un poco, pero su complexión es de hambre.

Cuando platico con él lleva dos horas haciendo fila interminable para recibir una despensa con la que espera darle de comer a su mujer y cuatro hijos por una semana. O tres días.

Justifica su presencia porque no trabaja. Dice estar enfermo, de algo desconocido que una curandera le quito, pero ahora está en recuperación. Igual que el mundo, que se recupera de una crisis. Pero para Raúl esa crisis será de toda su vida.

Cómo puede haber alguien con hambre, a tal grado que se le note en lo escuálido que queda el cuerpo, con los huesos dibujados, pienso intermitentemente durante los días siguientes.

Días después estoy en la entrega de un premio a un empresario, dentro del templo del saber del poder económico.

El lugar se llena de trajes de corte a la medida y paño fino, y de vestidos de diseñador, comprados a un precio que bastaría para darle de comer a Raúl y su familia durante un mes.

Las mujeres, como todas, se hermosearon para la ocasión. Lucen bien, pues no tienen otro oficio que el de ser bonitas.

Frente a mí están dos que muestran sus rodillas, huesudas, marcadas.

Veo sus rostro, demasiado delgados. Escuálidos. Los pómulos demasiado marcados. Las venas parecen saltar en la frente. Igual que Raúl, el pobre.

No hay grasa en su cuerpo. Pero los huesos se nota bajo la piel.

Seguramente hay hambre en sus vidas. El precio de lucir delgada.

Mucho dinero y hambre.

1 septiembre 2009

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