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Crónicas de la Nada

Dos pesos

Dos pesos

Eran dos pesos, pero de los de antes.

Unos billetes grandes, rojizos, con un calendario azteca impreso en un lado, y no recuerdo qué en el anverso.

Dos pesos cada domingo.

A veces eran monedas, grandes, plateadas, con una efigie de Morelos, de perfil, en un extremo, y el águila de siempre por detrás.

En mis manos, era una fortuna. Con dos pesos podía comprar lo que quisiera. Un refresco, que era calmar mi sed luego de jugar al béisbol o de correr como loco a todo lo largo de la calle, que en ese tiempo estaba aún huérfana de autos.

Podía comprar un pan grande, que nunca compré, porque nunca tuve hambre suficiente, hasta muchos años después cuando llegó la adolescencia con su engullir todo lo que hallaba al paso.Un chocolate, uno montón de dulces, y diez chicles de pastilla. Pero eran mejor los Totito, porque eran más baratos y hacían globitos. Los otros los dejábamos para las mamás.

Con un peso podía subir a un camión e irme de aventura. Claro que no me dejaban, porque ni credencial de primaria tenía por ese entonces.

Tantas cosas que podía comprar, porque ningún deseo era suficientemente caro a esa edad.

Era tan simple la vida, que un dulce nos hacía felices.

Todo era jugar, dormir, saber que los brazos de mamá estaban siempre tras la puerta de la casa.

Y claro, los domingos, los dos pesos de papá. 

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