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Crónicas de la Nada

El diagnóstico

El diagnóstico

La muchacha apenas podía respirar. Los dolores eran tan punzantes, que sentía como si alguien la desgajara por mitades.

Nunca, ni cuando se le picó la muela hasta quedar como una bolita negra, sintió tanto dolor. Ni cuando se clavó el tenedor en el hombro, por andar corriendo y peleando con sus hermanos, ni cuando su compañera de clase le rebanó la mejilla con la misma navaja que le sacaba punta a los lápices.

A un lado, la madre, una mujer madura, la consolaba. También la sostenía para poder entrar a la maternidad.

Como pudo, la pobre chica llegó, cargando su enorme estómago, y ansiando que pronto terminara todo.

Pero el doctor, tras examinarla, dio su veredicto:

-          Todavía le falta, váyase a casa, descanse, y nos vemos unos días.

La madre, que hasta entonces había permanecido callada, como simple utilería en ese acto de una obra donde no era la actriz principal, por fin habló-

-          Doctor, ya se está aliviando, el muchacho ya casi sale.

El médico, amable, la miró con cierta compasión. Sonriendo , insistió en su diagnóstico. Todavía faltaban días.

La mujer insistió, pero el doctor zanjó por la lógica.

-          Señora, yo me quemé las pestañas diez años para poder ser médico, para saber que le faltan todavía unos días.

La madre alzó la vista desde su metro y medio de estatura para alcanzar a ver a los ojos al médico.

-          Yo no estudie, doctor, pero tuve doce hijos, y sé cuando un chamaco va a nacer.

El médico abotonó su bata, blanca como la conciencia del recién nacido y volteó a ver a una enfermera.

-          Señorita, por favor, pase rápido a la paciente. Ya se va a aliviar.

 

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