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Crónicas de la Nada

El viejo soldado

El viejo soldado

Por Francisco Zúñiga Esquivel

¿Cuánta batallas habrá peleado este hombre?, se preguntó el imberbe oficial al ver el guerrero de uniforme raído.

Las huellas que mostraba eran pocas, en comparación a las guerras libradas. Una cicatriz muy fina, quizá de algo cortante, cruzaba su mejilla izquierda, y sobre la frente, al lado izquierdo, había otra, más gruesa, como de quemadura.

Quizá una bala, pensó el joven oficial.

Para ese soldado, cada batalla era una guerra. Había que pelearla como si fuera la última, para sobrevivir.

El viejo soldado lo miró, con cierta arrogancia. Los años no habían mermado nada sus músculos, y la experiencia le ayudaba a salir relativamente indemne de cada batalla.

El oficial se sintió empequeñecido ante el otro, pero su soberbia lo elevó de nuevo:

-          ¡Soldado!, ¿sabes cuál es la diferencia entre tu y yo? –gritó el oficial

Esperaba que le dijera algo ofensivo, para enviarlo en primer lugar a la línea de combate, donde seguramente perecería. No le agradaba alguien tan fiero y sin el miedo que otros le tenían. Ni el respeto.

El soldado sonrío. Ya no parecía tan viejo. Hasta algunas canas se oscurecieron.

-          La diferencia es que tu tienes mando, y por tanto, más responsabilidad que yo.

-          Cierto – dijo satisfecho el oficial.

-          Sí – continúo el soldado como si no lo hubiera escuchado- yo sólo soy responsable de mi vida. Tú, en cambio, eres responsable de la vida de todos nosotros. Si yo me equivoco, moriré.

El soldado acarició su espada, antes de seguir:

-          Si tú te equivocas, vivirás el infierno en la tierra, por la vergüenza de tu torpeza y la insensatez de tu soberbia.

El joven se quedó mirando.

-          Y no será nada comparado a lo que te espera después.

Así dijo el viejo soldado, y se fue a pelear.

 

Febrero 17 de 2009

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