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Crónicas de la Nada

La Hija

La Hija

Con una confianza aprendida de si misma, un par de hojas, y la promesa de ser alguien importante, salió a conquistar el mundo.

Esta vez, es el mundo real, no el de las aulas, ni el de las prácticas, donde equivocarse no tiene mayor trascendencia que volver a empezar.

Quedó atrás, lejana, la enorme sonrisa que llegaba enmarcada por una cabellera despeinada para exigir ser levantada en brazos. Ahora va maquillada y con peinado impecable.

Salió cuando aún la oscuridad no levantaba su manto, con la misma tranquilidad que de niña portaba para ir a la cocina en plena madrugada, sin luz, para beber agua. Sólo que hoy lleva la luz del conocimiento que ha adquirido en muchas noches y días de trabajo.

E igual que siempre, optó por caminar sola, tomada de la mano de su audacia. Aún prevalece la mezclilla y la informalidad en su atuendo, pero es hora de demostrar que la eternidad en el teléfono y en la computadora chateando, también era asignaturas que la vida contempla para la gente moderna.

No lleva más que la confianza en sí misma. Su perseverancia es el báculo que la apoya. El bagaje es escaso, pero la bolsa donde lo carga es enorme, para ir llenándolo a cada paso, con todo aquello que le guste.

Ahora frente a ella está un sinfín de escalones, que irá subiendo, uno a uno, quizá de dos en dos, hasta donde ella quiera. No hay límite, porque los límites sólo los pone la apatía.

Llegará lejos, porque es el destino que le impone su personalidad. Y aprenderá mucho más, porque es el compromiso que lleva consigo.

Nada hay como ser joven. Porque hay tiempo de fabricarse su propia vida.

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