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Crónicas de la Nada

El guardaespaldas

El guardaespaldas

En el ojo del huracán que es mi ciudad, la niña y su madre parecían estar absortas en su propio mundo.

La gente pasaba a su lado, y ni uno sólo volteo a verlas. Ni siquiera eran parte de la escenografía citadina.

Una simple estampa, fácilmente sustituible por otra mañana, a la hora siguiente.

Estaban sentadas en la parada del transporte, seguramente esperando el  camión que las llevaría a casa.

La niña llevaba la felicidad en sus manos, en forma de dulce, mientras su madre, jugaba con un modesto teléfono celular.

Nada en ellas hacía pensar que hubiera riqueza escondida. Nada en ellas hacía pensar que les preocupara el mundo.

Desde la comodidad de un auto con clima, la vida se ve distinta. Hay tiempo para observar, y captar la imagen que a simple vista no se ve.

Parecía una simple escena de la madre joven y su hija esperando el transporte. Mas de pronto, atrás de ella, surgió en el campo visual un hombre conocido, que bajando de una nube, entre un resplandor, extendía sus manos hacia ellas, como bendiciéndolas.

Era Jesús, que de pronto se hacía presente. Era un cuadro, grande, colocado de manera tan especial, que parecía que bajaba a cuidar de esa madre y su hija, que se veían tan desvalidas.

Una buena foto, sin duda. Una gráfica que merecería una mejor cámara.

No la había, y el momento nunca volvería.

Un rápido movimiento del  teléfono celular, y quedo captada, no se si para siempre o nomás por mientras llega otra novedad.

Parecía como si las protegiera de todo mal. Como si fuera el guardaespaldas que protege de todo, y hacer perder miedos y temores.

Tal vez era el efecto visual de un cuadro. Tal vez eran bendecidas de Dios.

 

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