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Crónicas de la Nada

El regalo del Gigante

El regalo del Gigante

Es un gigante con alma de niño.

Cada mañana, cuando el deber arranca las cobijas y me avienta de la cama cuando el Sol todavía no inicia su trabajo, me topo con él, siempre inquieto.

Es el mismo siempre, pero se viste diferente.

A veces, se ve, enorme, recortado al horizonte, presumiendo de su magna presencia.

Otras veces, atrapa los rayos del sol, que pugna por brincarlo, y luego nos regala una pléyade de luces que opacan el amanecer. Y vaya que eso es difícil.

Hay días en que se muestra con un enorme sombrero de nubes, señal inequívoca de que habrá lluvia. Cerro con sombrero, seguro aguacero, decían los abuelos cuando veían el Cerro de la Silla con su cumbre envuelta en nubes. Y sigue siendo válido, al menos para él.

Pero hay mañanas en que me sorprende. Hay mañanas en que se vuelve todo un artista.

Este día atrapó una nube y la tendió, flotante, alrededor de él, como un bufanda celestial.

Envolvió la luz del sol y creó uno propio, que destacaba a su espalda, mientras hilos de luz creaban una aureola luminosa que nos dio el recibimiento al nuevo día.

Pocos la vieron, la prisa del día los envolvió y no atinaron a ver ese gigante con alma de niño que cada mañana nos regala una visión distinta del mundo.

 

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