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Crónicas de la Nada

Ramón

Ramón

Ramon y yo compartimos muchas horas en la redaccíon, en las noches que se antojaban interminables.

Hubo otras, de juerga o de plática de cafè. Eternos desvelados, apareciamos en el Vips o en el Fastory mucho después de que la noche había perdido su doncellez, acompañados muchas veces por Chema Alanís.

Ahí, con otros contertulios, arreglamos mil veces el mundo.

Éran tiempos de altos vuelos, pero Ramón no había echado anclas, como nosotros, y se dio el lujo de ir en pos de sus sueños.

Los cumplió totalmente.

Muchos años después, lo encontré una noche de nostalgia en Houston. Iba armado con casi cien cervezas, que se fueron diluyendo camino de la madrugada.

Cada una fue un historia, un recuerdo, un proyecto.

Fue quizá la última vez que platicamos con tanta calma, él siempre con ese estilo sarcástico, casi agresivo que tenía, y que fue el que lo llevó alto.

Estuvo donde pocos han estado. Fue buen periodista, excelente amigo.

Pero la vida no es perfecta. Si lo fuera, todos seríamos felices.

Ramón emprendió otra vez el vuelo, a buscar nuevos mundos que arreglar.

Seguro debe estar ahora, viéndonos y esbozando esa sonrisa, tan amplia como burlona.

Ahi donde esté, seguro nos vamos a encontrar alguna vez.

Pero por ahora, lo extrañaremos. 

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