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Crónicas de la Nada

Fracaso

Fracaso

Hay quien nunca se equivoca, porque nunca hace nada.

Adoro los fracasos, porque significa que estamos vivos. y los vivo -valga la redundancia- todos los días, como si fuera una fiebre incurable.

Son pequeñas derrotas que no cambian ni la faz del mundo ni la vida cotidiana, pero me van dando temas para reflexionar, experiencias que compartir y anécdotas para hacer reir a los amigos.

A veces es algo tan simple como equivocarse de número telefónico y hablarle con toda la confianza del mundo, bromas incluidas, a alguien que no conoces y que siempre suele ser una persona muy seria.

O abrirle al agua caliente en vez de la fría cuando estás en la regadera de un hotel.

Son múltiples los fracasos. Los errores. Las fallas. Pero ninguna nos debe agriar la vida, sino sazonarla con el dulce aderezo de la risa.

Dice Edgar que de los fracasos aprendemos. Coincido con ello, pero agregaría que no basta el fracaso, mi buen Edgar, hay que aprender a reírse de ellos. Lo demás es como dices, aprender de ellos.

Desde esta perspectiva, podríamos desearle muchos fracasos a los amigos, sobre todo cuando el año empieza. Así tendrían mucho de que reir y mucho por aprender.

Pero no, vale mejor ser convencionales, porque la mayoría sólo ve las apariencias y pocos entenderían la profundidad y el significado de esos deseos tan peculiares.

Enero 3 de 2009

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